No necesitó abrir aquel paquete para saber lo que contenía. Había
pasado mucho tiempo desde el día en que lo escondió en el armario que había en el
hueco de debajo de la escalera. Un hueco al que se accedía por una puerta baja
y que había permanecido cerrada desde entonces.
Hacía mucho tiempo de casi todo: del verano en Huelva, de la primera
vez que durmió sola, de la casa de alquiler de dos pisos que años después
compró; de la última caja por abrir de la mudanza, de la decisión de no guardar
nada debajo de la escalera porque solo guardaría allí aquel paquete que debía
mantenerse fuera de su vida, pero que a la vez quería a mano por si ella le
preguntaba qué había sido de su regalo. Así fue como lo confinó a aquel inframundo
a sabiendas de que un día saldría a la luz.
A fuerza de no entrar allí, de ignorar su existencia hasta el punto de
pintar la pared y la puerta del mismo color, había llegado a olvidar. Pero la
memoria es caprichosa y selecciona por sí misma los momentos para actuar. Ella
lo sabía pero hasta de eso se olvidó.
¿Cuánto tiempo hacía que no limpiaba aquél espacio?
Estaba de rodillas en el suelo, medio cuerpo dentro del armario y el
brazo extendido hacia el fondo de un lateral cuando su mano dio con el paquete
hecho de papel de periódico. Sintió un espasmo en el estómago, se le aceleró el
pulso sin que lo pudiera evitar. Tiempo atrás su primer impulso fue deshacerse
de aquellos paños de cocina de algodón con motivos de estrellas, patos, casitas
de campo y medias lunas en cuarto creciente que tanto le gustaron a su hija. Lo
mejor, lo más rápido, lo más práctico fue guardarlos en el fondo del armario que
había en el interior del hueco de debajo de la escalera. Siempre podría decirle
que os había guardado para cuando fuera mayor
Y todo fue por no contarle lo que descubrió aquel verano cuando fueron
a Huelva invitadas por su intima amiga y compañera de carrera a la que su hija
llamaba tía, la misma que le regaló aquellos paños en una excursión a Portugal.
La misma que se acostó con su padre, la misma que dijo de ella que era una mala
madre, la misma por la que la niña se fue de casa. Y todo por no contarle que
su existencia estaba rota, que deseaba al menos vivir tranquila.
A veces el tiempo da sorpresas que no coinciden con lo que se desea y
que es el propio tiempo el que se encarga de recordar que era eso otra cosa la
que tenía que suceder.
De un manotazo salió disparado el paquete fuera del armario. Cuando
terminó de limpiar cogió las llaves de la puerta del hueco de la escalera y
junto con el paquete de papel de periódico los tiró al contenedor de la basura.
MJGuallart
23 de mayo de 2016
Código de registro: 1605237831015
Un relato intrigante.
ResponderEliminarA.I.
Cuántas cosas se van al inframundo...
ResponderEliminarD.P.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarHay que limpiar mas a menudos los cuartos oscuros.
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