LA HORA
El plato se desplazó con rapidez sobre la manta pedregosa como escapando del alguacil. El muchacho giró misteriosamente y predijo la luna llena tras la arboleda inmensa y oscura. Aparejó blanco duro y verde poderoso para infundir fuerza en la familia que buscaba en vano el apoyo del cura, y volvió a mecerse, pequeño y amoratado, como un recién nacido.
Al alba, el plato explotó contra el suelo.
Por Crisco Guacal
(Escrito a cuatro manos por Cristina Calduch y María José Guallart)
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