16 julio 2017

PINCELETRAS-2. Exponer en Canfranc



Ir a Canfranc en tren es una experiencia que recomiendo. No es un tren de alta velocidad, pero sí de ventanales de alta definición que permiten disfrutar de un paisaje único, en algunos tramos casi salvajes y en otros te transporta al pasado. Formado por un vagón más o menos grande con dos máquinas diesel en cada extremo y con cierto espacio las butacas donde se sientan  los pasajeros.

Tomamos el tren en la estación Goya de Zaragoza. Iba lleno. Una hora después de la salida de la estación de Huesca continuamos viaje quince pasajeros y dos bicicletas que se bajaron en Ayerbe.

Una vez superado el pantano de la Peña, el tren cruzaba entre alisos, robles, pinos y abetos violando el silencio de los animales dispuestos a adormir. Abajo, muy abajo,  el Rio Gállego discurría tranquilo mientras la vez que el pequeño convoy daba vaivenes en su cincurlar lento. Tres horas más tarde llegábamos a Jaca. Tres pasajeros además del maquinista, el revisor y una persona de mantenimiento continuamos viaje.

 

A las diecinueve treinta poníamos pie en la Estación Internacional de Canfranc.



Qué decir que no se haya dicho ya sobre este lugar. Impresionan sus dimensiones, su porte decadente, su silencio interrumpido por los bufidos del tren, su altura sobre el nivel del rio, canalizado muchos años atrás y desviado para prestar su lugar a La Dama Dormida.

 
   
 












El tren pasara la noche, como todas las noches, en el regazo de esta dama, pero su camino de hierro continua hacia Francia. Camino quieto, dormido, en espera de despertar algún día no muy lejano.



 
 


A finales de Mayo viajamos, mi marido y yo, a Canfranc para la inauguración de la exposición de acuarelas y poemas "Pinceletras-2" que tuvo lugar en en el edificio de la Asociación Alurte que estará durante los meses de  junio, julio y agosto de 2017





Una exposición con motivo de final de curso del aragonés en distintas localidades de Aragón y acto que sirvió de homenaje a Francho Nagore, persona erudita en esta lengua y que tanto ha luchado para que no desapareciera.




Ángel Ibáñez, mi marido, es el autor de las acuarelas de la exposición  así como de la que figura en el Cartel. Mis poemas acompañan cada acuarela y he tenido el honor de que hayan sido traducidos al aragonés. Por ello, mil gracias a los alumnos de los cursos de Aragonés y a Carlos Abril, su profesor.


Poco a poco c algunas colgaré algunas de las acuarelas expuestas con sus poemas en castellano y aragonés.