Un cuaderno pixelado donde la ficción se reinventa. El contenido de este blog ha sido previamente inscrito en el Registro SafeCreative y en el Registro de la Propiedad Intelectual de Zaragoza
ETIQUETAS
NOTICIAS
(44)
POESÍA
(34)
Miscelanea
(24)
poemas para acuarelas
(12)
NANOWRIMO
(10)
RELATO
(8)
MICRORRELATO
(5)
CADAVER EXQUISITO
(4)
COSTUMBRISTA
(3)
ROMANTICO
(2)
CUENTO
(1)
DRAMA
(1)
MISTERIO
(1)
PARANORMAL
(1)
SUSPENSE
(1)
TRAGEDIA
(1)
PAGINAS DEL BLOG
08 diciembre 2017
16 julio 2017
PINCELETRAS-2. Exponer en Canfranc
Ir a Canfranc en tren es una experiencia que recomiendo. No
es un tren de alta velocidad, pero sí de ventanales de alta definición que
permiten disfrutar de un paisaje único, en algunos tramos casi salvajes y en
otros te transporta al pasado. Formado
por un vagón más o menos grande con dos máquinas diesel en cada extremo y con
cierto espacio las butacas donde se sientan los pasajeros.
Tomamos el tren en la estación Goya de Zaragoza. Iba lleno. Una
hora después de la salida de la estación de Huesca continuamos viaje quince pasajeros
y dos bicicletas que se bajaron en Ayerbe.
Una vez superado el pantano de la Peña, el tren cruzaba entre
alisos, robles, pinos y abetos violando el silencio de los animales dispuestos
a adormir. Abajo, muy abajo, el Rio Gállego
discurría tranquilo mientras la vez que el pequeño convoy daba vaivenes en su
cincurlar lento. Tres horas más tarde llegábamos a Jaca. Tres pasajeros además del
maquinista, el revisor y una persona de mantenimiento continuamos viaje.
A las diecinueve treinta poníamos pie en la Estación Internacional
de Canfranc.
Qué decir que no se haya dicho ya sobre este lugar.
Impresionan sus dimensiones, su porte decadente, su silencio interrumpido por
los bufidos del tren, su altura sobre el nivel del rio, canalizado muchos años
atrás y desviado para prestar su lugar a La
Dama Dormida.
El tren pasara la noche, como todas las noches, en el regazo
de esta dama, pero su camino de hierro continua hacia Francia. Camino quieto,
dormido, en espera de despertar algún día no muy lejano.
A finales de Mayo viajamos, mi marido y yo, a Canfranc para
la inauguración de la exposición de acuarelas y poemas "Pinceletras-2" que tuvo lugar en en el edificio de la Asociación
Alurte que estará durante los meses de junio, julio y agosto de 2017
Una exposición con motivo de final de curso del aragonés en
distintas localidades de Aragón y acto que sirvió de homenaje a Francho Nagore,
persona erudita en esta lengua y que tanto ha luchado para que no
desapareciera.
Ángel Ibáñez, mi marido, es el autor de las acuarelas de la
exposición así como de la que figura en
el Cartel. Mis poemas acompañan cada acuarela y he tenido el honor de que hayan
sido traducidos al aragonés. Por ello, mil gracias a los alumnos de los cursos
de Aragonés y a Carlos Abril, su profesor.
Poco a poco c algunas colgaré algunas de las acuarelas expuestas
con sus poemas en castellano y aragonés.
27 febrero 2017
MARUJITA
Levantó la vista hacia el horizonte y supo lo que iba a
hacer. Ni su pequeño cuerpo obeso
aquejado de artrosis, ni la cuerda de metro y medio que la había tenido atada durante
tanto tiempo iban a impedir que se escapara.
Desde hacía diez años Marujita había vivido cautiva en un
minúsculo jardín de una casa de dos plantas. Unas tablas formaban su caseta,
donde el sol no llegaba para calentarla en los fríos días de invierno y donde
la humedad se había instalado desde el principio de los tiempos. Todos esos
años durmió sobre el suelo sin nada que le aislara ni de la humedad, ni de la
comida, ni de sus propias heces.
Años atrás, cuando tuvo la tentación de escaparse cuando su
amo se dejó la puerta del jardín abierta, pero tuvo la mala suerte de que él
llegara en el momento en que acababa de soltarse. Recibió tantos golpes que el
dolor la tuvo inmóvil varios días.
Pasó el tiempo y su amo la soltó convencido de que no se
escaparía.
— ¡Ahora o nunca! —se dijo ella al verse sin la cuerda al
cuello en un momento en que la puerta del jardin se quedó abierta. Salió de la
casa, cruzó la carretera, se metió entre los coches aparcados hasta alcanzar un
parque.
— ¡Marujita ven, Marujita ven! — le gritaba su dueño mientras
corría detrás de ella. Pero cuanto más la llamaba y más gritaba, más corría
ella.
— ¡Vuelve, vuelve! —repetía una y otra vez. Tanto la llamó, que
ella estuvo a punto de regresar, pero al verlo en su persecución con la vara en
la mano exigiéndole a gritos que volviera, se acordó de lo que le esperaba si
le daba alcance.
Le faltaba la respiración, las patas le dolían, el corazón
le latía con fuerza. Sin dudarlo aceleró
carrera. Por primera vez en su vida se sintió libre. Nunca más supieron de
ella.
MJ Guallart
27/febrero/2017
Este relato forma parte de la
antología de la Escuela de
Escritores de Zaragoza “El Hilo de
Ariadna”, Noviembre 2011.
14 febrero 2017
EL TRAJE DE NOVIA
Entre mausoleos de piedra enmohecida, desfilaba el cortejo fúnebre para dar
sepultura a Mariza da Soussa. Tras el féretro, Julián Merino, su viudo. El surco
del entrecejo delataba la tensión a la que estaba sometido. En el horizonte, un
ángel custodio de bronce, en actitud de plegaria, coronaba el panteón familiar
de los Merino. Desde el peristilo llegaban las voces de un coro que
interpretaba el Aleluya de Haendel.
Avanzaban con parsimonia y la música enmascaraba algún que otro llanto,
pero Julián solo pensaba en la forma de recuperar sus brillantes.
— ¿Quién había decidido amortajar a Mariza con el traje de novia?
Los de la funeraria habían pedido ese traje, ése y no otro, como mortaja. Tenía que evitar que su mujer se llevara a la tumba más de un millón de euros. Metió la mano en el bolsillo del gabán para asegurarse que la llave del ataúd seguía allí. La apretó con fuerza.
— ¿Quién había decidido amortajar a Mariza con el traje de novia?
Los de la funeraria habían pedido ese traje, ése y no otro, como mortaja. Tenía que evitar que su mujer se llevara a la tumba más de un millón de euros. Metió la mano en el bolsillo del gabán para asegurarse que la llave del ataúd seguía allí. La apretó con fuerza.
— ¿Por qué el vestido de novia? —se
preguntaba Julián mientras por su mente afloraban recuerdos como el del día que
cosió una bolsita de fieltro granate bajo la cola del traje de novia, en su
unión con la el corpiño, o como el día que conoció Mariza. Fue en uno de los
viajes a Portugal para comprar esmeraldas de Brasil. Se casaron tres meses
después. De profesión pedrero, sabía moverse en el mundo de las piedras
preciosas, las cuales vendía a las joyerías de forma legal, pero en sitios
concretos le pagaban a buen precio las de contrabando.
Mientras, la comitiva seguía su recorrido hacia el panteón, las nubes
cubrieron el cielo. El color oscuro que tomaron los cipreses hizo que Julián
saliera de sus recuerdos. Se sintió amenazado por la luz metálica que cubría el
ambiente. Ya no tenía elección. Quedaba poco para llegar. Recordó que no le
habían dejado ni un solo momento a solas con ella
— ¿Por qué nadie le consultó?
Nunca le oyó decir a su mujer que el día que muriera fuera enterrara con
aquel vestido. La desgraciada tampoco tuvo tiempo. Un ictus fulminante se la había
llevado dos noches antes.
Julián daba pasos de autómata.
Recordó el tiempo que había estado con el representante de los seguros El
Renacer para preparar el entierro. Fue entonces cuando los empleados de la
funeraria llegaron. Hicieron su trabajo y le entregaron la llave del ataúd ya
cerrado. Enseguida la casa se llenó de familiares y amigos.
En el cementerio, la música se había
perdido en la lejanía cuando el cortejo llegó al panteón. La puerta de hierro
estaba abierta; se podía ver la escalera que bajaba a la cripta donde ya estaba
abierta la urna donde sería depositado el féretro.
Dejaron el ataúd sobre un pedestal delante de la puerta para que Julián
recibiera el duelo de los asistentes.
Uno a uno les dio las gracias. Les pidió que no se quedaran. Necesitaba
despedirse de ella por última vez. Sabía lo que tenía que hacer: en el momento
que estuviera abajo abriría la caja, movería a Mariza hacia un lado y
levantaría el vestido para coger la bolsa que contenía los brillantes. No le
importaba volver a ver aquella sonrisa que le había dejado la muerte.
Cuando todos se fueron, ordenó a los enterradores que barajaran el féretro.
Una vez depositada la caja en la urna, pidió que le dejaran solo unos momentos
antes de deslizar la losa.
—Deseo estar a solas por última vez con su mujer.
Los enterradores miraron el reloj con impaciencia pero accedieron a salir
el tiempo que dura fumar un cigarrillo.
Entonces, Julián sacó la llave del bolsillo y abrió la caja. Con las dos
manos empujó la tapa hacia arriba. No podía creer lo que estaba viendo. Dio un
paso atrás y la tapa cayó de golpe.
¡El ataúd estaba vacío!
Quería salir de allí. Los pies no le obedecían, le
faltaba la respiración. Todo le daba
vueltas. Se apoyó en la pared para subir el primer escalón, pero un fuerte dolor
en el costado izquierdo le dobló el cuerpo. Intentó levantar la cabeza, gritar,
pedir auxilio. En el instante que abrió la boca se desplomó.
Minutos después los enterradores lo encontraron en el suelo, echado sobre
el costado izquierdo. La cabeza apoyada sobre el primer escalón; los ojos y la
boca abiertos. El cuerpo encogido y el
brazo derecho extendido con el dedo índice señalando el ataúd. Avisaron a
emergencias. No vieron la llave puesta en la cerradura del arca. Desplazaron la
losa hasta quedar encajada. La urna quedó sellada.
MJ Guallart
Este relato forma parte de la antología de la Escuela de
Escritores de Zaragoza “El Hilo de Ariadna”,. Noviembre 2011.
04 febrero 2017
02 febrero 2017
AGRADECIMIENTOS
Queridos lectores que visitáis este blog. En primer lugar, quiero
daros las gracias por haber pasado por
aquí y haber leído mis relatos y poemas. Este blog lo creé 2010. Fui dejando
entradas hasta 2013.
Desde 2013 hasta finales de 2015 estuvo parado.
Tenía 6000 visitas cuando lo puse en marcha otra vez a finales noviembre de 2015. Desde entonces hasta hoy las visitas son 29.586 visitas.
¡¡¡Solo en el mes de enero de 2017 este blog ha tenido 1800
visitas!!!
Esto se debe a todos los que os habeis pasado. Solo puedo decir: gracias, gracias y gracias.
Hoy quiero contar que en el mes de noviembre participé, por
segundo año consecutivo, en NaNoWrimo. Por si alguien no sabe de que se trata
es un concurso a nivel internacional con el reto de escribir una novela de
50000 palabras en los treinta días que tiene el mes de noviembre. Y por segundo
año consecutivo el conseguido el objetivo con la novela “Tren 622”.
Es una experiencia que recomiendo porque se aprende mucho aunque
el ritmo sea trepidante. Alcancé 50.228 el
30 de noviembre
Ese mismo día fue mi último día de
vida laboral. Me jubilé. Diciembre estuvo lleno de celebraciones, sorpresas,
despedidas y de cenas y comidas de Navidad. Poco a poco, mi nueva vida se ha
organizado. Ala escritura se han unido nuevas actividades. Tras esta entrada vendrán otras más de forma
periódica.
Muchas gracias por venir. Espero seguir en
contacto y que os guste lo que leias. Y si puede ser, me encantaria que dejaráis de vez en cuando algún comentario.
Gracias y hasta pronto.
María José Guallart.
2 de febrero de 2017.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)